El inicio
La corriente alterna tubo lugar a finales del 1800 en el auge de la energía eléctrica en Estados Unidos, como parte del crecimiento poblacional proveniente de todas partes del mundo.
La Corriente alternada
Aunque la electricidad, en su avance arrollador por el mundo hacía adeptos continuamente, la central eléctrica de Edison reveló un notorio defecto.
Las luces eléctricas, que eran brillantes y constantes cerca de la usina, se debilitaban y oscilaban a tres kilómetros de distancia.
Los generadores de corriente eléctrica no proporcionaban más de 500 voltios y esta energía no se podía “impulsar” a mucha distancia de la central eléctrica. Si se sobrepasaba los 500 voltios, la energía se derrochaba en lluvias de crujientes chispas azules que partían de las piezas sobrecargadas del generador. Se vio con claridad que hacía falta un generador de nuevo tipo, que fuese capaz de suministrar energía a distancias largas.

Edison creyó que esta corriente era demasiado peligrosa. Tesla argüyó que podría reducirse el voltaje, hasta llegar a 120 voltios para uso doméstico, mediante transformadores escalonados.
A todo esto, el transformador, inventado en 1886, resultó ser mucho más flexible de lo que todos imaginaban. Fue posible pasar energía de alto voltaje de un circuito a otro circuito con voltaje más bajo, pero con la misma frecuencia (número de revoluciones de una armadura), sin que se moviese ninguna pieza.
El aumento y disminución de los voltajes fue fácil y seguro. Todo lo que se necesitaba era aumentar o disminuir en el secundario el número de espiras de alambre con relación al primario, una ley sencilla que databa de los días de Faraday.
Tesla llevó su patente a George Westinghouse, quien prosperaba mucho con su nuevo freno de aire, que dio seguridad a los ferrocarriles. Westinghouse adivinó en el acto la importancia del generador de corriente alterna. Calculó que el costo de transmisión de esa energía sería sólo el diez por ciento de lo que costaba la corriente continua de Edison.
Los voltajes altos exigían cables más delgados, lo cual permitía muy grandes economías por razón de costosnormal de 120 voltios a distancias que llegaban a 400 kilómetros.
Pronto resultó evidente que mediante centrales hidroeléctricas podían distribuirse 80.000 voltios a ciudades y granjas del campo desde 500 a 1.000 kilómetros. Si fallaba la caída natural del agua, siempre había turbinas de vapor como reserva, para prestar el servicio.
Valida de estos medios, la energía eléctrica se abarató tanto que pudo competir con la energía del vapor, y pronto las fábricas empezaron a usarlas como fuente de potencia. Se instalaron en fábricas nuevos motores de eficacia mayor, en lugar de los ejes, correas y poleas exigidos por la máquina de vapor. La fábrica no sólo adquirió un aspecto más limpio y ordenado, sino que también dispuso de una mayor velocidad.
Se acoplaron motores a máquinas que ahora podían aumentar su velocidad de. rotación hasta 400 revoluciones -por minuto. Conectando motores de diferentes tamaños, sólo se necesitaba una energía mínima. Las fábricas economizaron el costo del anterior movimiento constante de las correas, los ejes y las cadenas que se empleaban con la energía de vapor.
Más o menos en 1920, el Hombre Mecánico unió casi todas las aldeas y ciudades de su red de conductores. Los nuevos mapas del mundo se llenaron pronto de puntos, a medida que se desprendían poblaciones nuevas de los centros congestionados y se poblaban los lugares intermedios entre ciudades, y las regiones antes agrestes y rurales. Haciendo el trabajo de cien millones de caballos, la electricidad ayudó a transformar el mundo.
Tal como la máquina de vapor revolucionó la navegación, y el motor de nafta debía pronto transformar el transporte por carreteras, la energía eléctrica infundió vida nueva a los ferrocarriles, las fábricas y las granjas del mundo.
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